lunes, 27 de junio de 2016

¿Por qué con las tapas amarillas?

Los recuerdos son sustantivos no contables 


al igual que el aire o la arena. De este modo, hay episodios de nuestra vida que recordamos con inquietante nitidez y otros que, por el contrario, se pierden, se escurren. El recuerdo del libro que me hizo amar la lectura pertenece a los del primer grupo. Bueno, si he de ser totalmente sincera, el recuerdo no es tan nítido como para ser inquietante. Sólo consigo recordar que las tapas eran amarillas y que la protagonista era una niña. Nada más. O tal vez, eso sea lo más importante. Recuerdo volver del colegio con aquel libro en mi mochila y sentarme una mañana de sábado en "el cemento", que era como llamábamos en mi antigua casa a la entrada que mi madre siempre tenía llena de macetas con flores. Una casa de campo, rodeada de montes dispuestos siempre para la siembra. Una niña que cerró aquel recién descubierto tesoro y pensó "Cada vez que abra un libro encontraré una historia y a unos personajes y eso nunca se acabará". Ese sencillo pensamiento lo significó todo, fue la llave que me mostró lo infinito y empecé a soñar con estanterías repletas de libros y más libros, porque en mi casa, por aquel entonces, no había ninguno. Una casa de campo, de personas que trabajan la tierra para comer, de sol a sol, y donde los niños nunca eran niños. Yo tuve suerte. Nací en los 80, nací la última de seis.  Hasta hace unos años, creía que era un bicho raro en mi familia, que mi pasión por los libros había brotado sin más. Pero estaba equivocada. La semilla existía. Unos años antes de morir, mi padre me contó cómo su madre devoraba las historias que caían en sus manos, cómo al caer la tarde le gustaba leer en voz alta a todo aquel, que tras una dura jornada de trabajo, quisiera evadirse oyéndola descifrar ese enigma de letras a aquellas personas que iban gastando la vida a golpe de soleta y que nunca tuvieron la oportunidad ni la suerte de aprender a leer. Nunca conocí a mi abuela, me hubiera encantado, pero compartimos el nombre y el amor por las historias. 
Por eso las tapas, como el sol o el trigo, son amarillas. 

8 comentarios:

  1. Prma he recordado algunos pasajes de mi vida. Una persona que ama la lectura nunca deja de soñar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, primo. Es muy importante soñar en este mundo.

      Eliminar
  2. La literatura es un pasaje a mundos infinitos, mundos imposibles donde todo puede pasar. Como bien dijo alguien, quien lee vive miles de vidas. En mi casa, quien me inculcó el gusto por las letras fue mi madre. Potitoooo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, lo infinito del universo se esconde tras las tapas de cada libro. A seguir viviendo mil vidas.

      Eliminar
    2. Sí, lo infinito del universo se esconde tras las tapas de cada libro. A seguir viviendo mil vidas.

      Eliminar
  3. Muchísimas gracias, Hojas de Aliso. Me alegro de que la hayas disfrutado.

    ResponderEliminar
  4. Que historia más linda, un abrazo de una tarro-libros. Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Amylois. Seguiremos leyéndonos y leyendo. Otro abrazo para ti, amiga tarro-librera. Besos.

      Eliminar

Deja tu comentario: